Cuando el capitán francés Alfred Dreyfus fue acusado y sentenciado por revelar información secreta a los alemanes, muchos (entre ellos el escritor Emile Zolá) sostuvieron que era una víctima de una conspiración antisemita.
La polémica perduró el resto de la década hasta que se demostró la autenticidad del complot y Dreyfus fue exonerado.
Distintos testimonios expuestos durante los años 60 dieron forma a la teoría de que la CIA realizaba experimentos ilegales para alterar el estado mental y el funcionamiento del cerebro.
A mediados de los 70, el Comité Church y la Comisión Rockeffeller descubrieron que esa teoría era real, que el programa tenía como código MKULTRA y que habría durado cerca de 20 años.
En 2008, el Archivo de Seguridad Nacional de EEUU publicó transcripciones de conversaciones telefónicas al interior del gobierno norteamericano, las que certificaron que el gobierno de Nixon tuvo directa injerencia en el derrocamiento del presidente Salvador Allende: “No dejaremos que Chile se vaya por el desagüe”, señaló Henry Kissinger al director de la CIA Richard Helms el 12 de septiembre de 1970.
EEUU proporcionó financiamiento a células de ultra derecha e intervino en la confección de listas de enemigos de la libertad, los que finalmente fueron parte de los 3197 casos de desaparecidos y ejecutados políticos.
En EEUU comenzó a correr el rumor de que el virus HIV había sido inventado y diseminado por el país.
El gobierno estadounidense planteó una teoría de conspiración según la cual el rumor había sido extendido por la Unión Soviética.
Tras la caída del comunismo soviético en 1992, el primer ministro Yegenei Primakov reconoció que la campaña rusa de desinformación había sido real.
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